Desde Roma a Asís es como pasar de una euforia turística, debida a la grandiosidad de su historia y monumentos, a una inmersión en lo espiritual. No que en Asís falten historia y bellezas arquitectónicas y figurativas, pero es como si todo se desdibujara frente a una sensación espiritual que te agarra las entrañas y te pone en contacto directo con la experiencia contemplativa de Francisco y Clara. Se dice que en Asís las mismas piedras hablan, y es verdad. Te cuentan de sobriedad, retorno a lo esencial, amor por la naturaleza y las criaturas. Te llenan de nostalgia por lo vacío, para que te llene el amor de Dios, sin las violaciones típicas de nuestro mundo, egoísta y narcisista. ¡De cuantas cosas nos llenamos, hasta perder de vista lo esencial y rebosar de nada! Nuestro mundo de cada día precisaría reflejarse en la experiencia humana y espiritual de este gigante, a pesar de su estatura de enano y su fealdad, que es Francisco. ¡Cuán lejos se está de un vivir evangélico y franciscano, donde prevalezca el diálogo y el amor hasta para con el enemigo, el cual pierde su carácter de adversario, si logras quererlo! Y mi primer enemigo soy yo, y no me quiero cuándo ando apartado de estos valores y utopías.
No es fácil resumir o poner por escrito los días pasados en este lugar de Rivotorto y las excursiones a Asís y otros lugares franciscanos, los cuales, de manera inmediata y plástica, te hablan de los sucesos de Francisco, situándote en un contexto geográfico espiritual, más que físico.
El Curso se ha articulado en tres semanas bastante intensas (la próxima será en Padua, al encuentro con una manera concreta de ser franciscano, confrontándonos con la figura de S. Antonio), con horarios de ponencias y reflexiones exigentes (3 horas en la mañana y 3 en la tarde), de lunes a viernes. He aprovechado del descanso después del almuerzo para caminar en los alrededores del convento, casi siempre hacia la iglesia-conventoo de S. Damián, por carreteras entre los campos, acompañado por el olor de la tierra, rodeado de encinas y abetes, olivares y viñedos, mirando como los higos maduros de las numerosas higueras están dando puesto a uvas y aceitunas. Los sábados y domingos eran dedicados a excursiones y paseos a los lugares franciscanos.
No es fácil resumir o poner por escrito los días pasados en este lugar de Rivotorto y las excursiones a Asís y otros lugares franciscanos, los cuales, de manera inmediata y plástica, te hablan de los sucesos de Francisco, situándote en un contexto geográfico espiritual, más que físico.
El Curso se ha articulado en tres semanas bastante intensas (la próxima será en Padua, al encuentro con una manera concreta de ser franciscano, confrontándonos con la figura de S. Antonio), con horarios de ponencias y reflexiones exigentes (3 horas en la mañana y 3 en la tarde), de lunes a viernes. He aprovechado del descanso después del almuerzo para caminar en los alrededores del convento, casi siempre hacia la iglesia-conventoo de S. Damián, por carreteras entre los campos, acompañado por el olor de la tierra, rodeado de encinas y abetes, olivares y viñedos, mirando como los higos maduros de las numerosas higueras están dando puesto a uvas y aceitunas. Los sábados y domingos eran dedicados a excursiones y paseos a los lugares franciscanos.
En la primera semana, introducida el día antes con la entrega de la Regla y el Testamento en el sugestivo tugurio de Rivotorto, nos ha acompañado fray Bernardino Hospital, el cual nos ha cuestionado sobre el seguimiento de Cristo, a la escuela de Francisco, teniendo como punto de referencia el capítulo 22 de la Regla no Bulada. En la segunda hemos encontrado los frailes encargados de algunos servicios a la Orden, en distintos secretariados, los cuales, por supuesto, nos han hablado de su trabajo de animación. La tercera ha sido dividida entre dos relatores: fray Víctor Mora en la mañana, sobre “La Escritura en S. Francisco y en la tradición franciscana”; y fray Miguel Ángel López en la tarde, sobre “Franciscanismo y Conventualidad en América Latina”, ambos muy interesantes, aunque con estilos diferentes. Recibimos contenidos y estímulos en demasía; a nosotros la tarea de transformarlos en vida vivida y frutos de conversión.
Los paseos a los lugares franciscanos han sido un gozo para los ojos y el corazón. Clases de franciscanismo hechas con piedras y paisajes, eficaces y directas. La visita al Sacro Convento y a las basílicas te sorprende siempre. Tengo años (llegué por primera vez en Asís en el lejano 1978) visitando este lugar y nunca me canso de admirar su hermosura; de escuchar sobre su arquitectura y frescos (la guía de fray Eduardo ha sido fantástica; un mixto de ironía y hondo conocimiento, de historia del arte y espiritualidad franciscana); de extasiarme a la vista del valle de lo alto del pórtico del convento; de volver a encontrar a frailes que pertenecen a mi historia y por cuya presencia y ejemplo doy gracias a Dios; de conectarme con Francisco mismo, bajando encuentro a su sarcófago, que es una pila de abrevadero, humilde y desprendido hasta la tumba.
Las Carceles
En los conventos de Las Cárceles, lugar de oración de Francisco joven en su búsqueda de Dios, y La Alverna, lugar de los estigmas, ambos en la cuesta de montes y aislados, me impacta la consideración que tenía Francisco por las rocas desnudas. Opino que las buscaba como lugar privilegiado de oración y encuentro con Dios, Roca sobre quien construir todo. Un llamado también a desnudarse de tantas seguridades humanas y tentaciones de poder, para experimentar la comunión con el Cristo pobre y desnudo de la cruz. En las cuevas rocosas – también de las ermitas – Francisco se sentía abrazado y amparado por Dios. La fría roca se tornaba en caliente acogida; la dura piedra lo obligaba a ablandar y moldear su cuerpo para hacerlo uno con esa naturaleza, y con las exigencias amorosas de Dios.
Greccio
Fonte Colombo - Spoleto
Visitamos unos “eremitorios”: Monte Casale, donde se convierten 3 ladrones y se vuelven frailes, cautivados por la amabilidad de Francisco; Monteluco, cerca de Espoleto, con sus celditas pequeñas típicas de los primeros asentamientos franciscanos, y el bosque cercano con las grutas de los ermitaños franciscanos; Greccio, en que se recuerda el pesebre del 1224; Fonte Colombo, donde Francisco se retiró para redactar la Regla del 1223. Son los “lugares pobrecillos” de la primera generación de frailes, sencillos y pequeños, por lo usual aislados de los centros habitados. No sé si me gustaría o lograría vivir en estos lugares. Acercarse a ellos es confrontarse con la prisa y la distracción de lo cotidiano. El encuentro-choque con ellos te impulsa a buscar a Dios en el silencio y la sencillez, difíciles de lograr en el alboroto y complejidad del mundo. O mejor dicho, empujan a no descuidar el encuentro con Él en el silencio del corazón y sencillez de la vida, personal y fraterna. Es decir, a recuperar unos aspectos importantes del carisma franciscano, atentos a no caer en arqueología nostálgica, sino más bien a enfocarse sobre la manera franciscana de entrar en diálogo con el mundo, a partir de las categorías inspiradoras de Francisco.
Mañana salimos para Padua. Nos estamos acercando a la conclusión del Curso y parece que los días hayan volado. Tengo una sensación rara en dejar Asís. Es como despedirse de un padre, del lugar del nacimiento. Sé que en unos días volveremos para terminar con la evaluación y participar en la fiesta de S. Francisco; pero serán tan sólo pocos días y el pensar en la partida (no solamente de Asís) da algo de añoranza melancólica. Me consuela que volveré a verlos a ustedes, mi familia de Venezuela...
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