lunedì 20 settembre 2010

Roma, 25 de ago – 5 de sept

El 25 de agosto aproveché la cola y me fui con la familia de mi prima a Roma, para finiquitar la organización del Curso de Franciscanismo para frailes menores conventuales de América Latina, en Rivotorto de Asís; cuadrar la búsqueda y acogida de los participantes; estar presente – por lo posible – al Congreso nacional misionero de nuestra Orden y dar un testimonio sobre mi trabajo pastoral en Venezuela.

Desde mi llegada al colegio Seraphicum, el jueves 26, hasta el lunes 30, verdadero inicio del Curso de Rivotorto, no he tenido tiempo para descansar ni un rato, entre participación al Congreso y salidas al aeropuerto. Debo agradecer el sentido de hospitalidad de fray Corrado y la generosidad de fray Igor, los cuales me auxiliaron mucho para llevar a cabo sobretodo la acogida de los frailes participantes, que son 17, de distintas realidades y circunscripciones de América Latina.

Mi testimonio “misionero”, al igual que la vez pasada, se ha basado sobre el trabajo de formación en el seminario. Algo que no tiene los rasgos de las misiones clásicas, y que empero es muy importante para el futuro de la Orden y la Iglesia en Venezuela. Casi carece de gratificaciones inmediatas, sin embargo constituye un verdadero desafío diario.

La semana en Roma se ha caracterizado por la visita a los lugares de esa ciudad increíble y única, por historia y belleza de los monumentos. Roma es mágica, aunque no he podido girarla de noche, cuando la magia se vuelve fábula. Sólo pude caminar una noche por el Eur, y por cierto fue un encanto. Por doquier hay algo; cada rincón es un descubrimiento que te deja pasmado. Uno camina como llevado por un hechizo, en medio de montones de turistas de toda lengua y raza. Por supuesto que existe otra parte de la ciudad menos turística, donde vive la gente común y corriente; sin embargo Roma cautiva y embruja.

Nos paseamos por lugares famosos, de los cuales no les voy a hablar, porque diría cosas conocidas o les quitaría hermosura con mis palabras. Me impactaron algunas cosas menos comunes. Haber vuelto, después de años, a las catacumbas, con la posibilidad de celebrar misa, inmergiéndome en el misterio cristiano de la muerte y oración. La visita a las iglesias de S. Praxede, con sus antiquísimos y preciosos mosaicos; S. Pietro in Vincoli, donde se encuentra el Moisés de Miguel Angel; S. María del popolo, y las emocionantes pinturas de Caravaggio. Por primera vez presencié al cambio de la guardia hacia el palacio presidencial al Quirinale, y pude “escalar” la cúpula de S. Pedro, con su espectacular visión sobre la estructura de la iglesia, la ciudad de Roma y los jardines del Vaticano. De todos modos, el solo pasear por la ciudad, magnífica en su parte central, muy vasta y varia, representa un verdadero gozo para los ojos del cuerpo y del corazón.

Compartimos también unos ratos con nuestras comunidades. Por doquier nos recibieron en manera muy amable y fraterna. Pudimos conocer los trabajos pastorales y servicios a la Orden de los frailes de la Curia general, de la Penitencería vaticana, del convento “S. Maximiliano Kolbe”. Nos gustó mucho el trato familiar de ellos y de los frailes del colegio “Seraphicum”, de la casa de estudio de La Viña, de la parroquia “SS. Pedro y Pablo” al Eur, del santuario del milagro eucarístico en Lanciano y de la parroquia de Pescara (a estos últimos dos lugares fuimos de paseo).

Por ende, me conmovió que unos jóvenes adultos de Gravina, adolescentes o casi cuando yo actué en la parroquia, se hayan esmerado para encontrarme en Roma y Pescara. La confrontación con ellos te hace percibir los años que pasan; mas, al mismo tiempo, te alegran, porque sientes que tu vida y tu tiempo no han sido del todo inútiles... gracias a Dios... y pese a tus defectos y debilidades.


Nessun commento: