martedì 19 febbraio 2013

Segunda parte del Capítulo general - Asís (01-17 de febrero del 2013)

Tumba de S. Francisco de Asís, mediodía del domingo 17: todos los frailes capitulares reunidos alrededor de su Padre y Fundador, para cerrar el 200º Capítulo general de la Orden. Quisiera empezar desde el final para hablar de los días que hemos transcurrido en los trabajos capitulares luego de la elección del Ministro general y su Definitorio. Porque estar allí, en aquel ambiente muy particular, todos los hermanos juntos, invocando al Espíritu Santo y confiando en la compañía espiritual de nuestro padre Francisco, confiere el sentido verdadero a lo que hemos vivido en todo el mes. Tal vez no se produjo lo que se esperaba de un punto de vista de análisis de la realidad de la Orden en el mundo actual y de proyección profética. Sin embargo, ha sido una experiencia de hermosa fraternidad, a veces no fácil por las diferencias de idiomas y culturas, ayudados e impulsados por el ejemplo de la primera fraternidad franciscana.
Conmovedor el encuentro con los restos mortales de 5 de los primeros compañeros de Francisco, exhumados unos días antes del Capítulo y repuestos en su lugar a la presencia de nosotros, hermanos suyos en la actualidad. Todos quisimos tocar las nuevas urnas en plexiglás, antes de colocarlas bajo la imagen de la Virgen con S. Francisco, fresco del Cimabue. No por costumbres necrófilas, ni para despedirlos en paz; sino para sentir cercanía con hermanos que nos han precedido en los albores del franciscanismo y han marcado pautas para sus seguidores, hasta hoy. Ha sido como querer que fluyera una energía saludar entre ellos y nosotros, para que nos transmitieran algo de los entusiasmos y radicalidad de los comienzos; y para agradecerles por su arriesgarse en pos de Cristo a la escuela de Francisco de Asís, vocación que compartimos con ellos y que sigue emocionándonos.
Pero volvamos a la tumba de Francisco, hacia la cual se han tendido nuestras manos y pensamientos durante todo el Capítulo. Como decía arriba, el último acto, la “Celebración del Mandato”, ha sido muy conmovedor. Varios fatigamos mucho para detener las lágrimas. Sentíamos lo que experimentaban los compañeros de Francisco cuando tenían que despedirse de su “padre y fundador”, al finalizar un capítulo general. El pesar y la nostalgia de los “adiós”, al padre y a muchos hermanos, cada cual para regresar a sus propios lugares, llevando el testimonio de fe con el ejemplo de una vida verdaderamente fraterna, predicando la paz y alegría frutos de conversión evangélica, gastándose para difundir y afianzar la utopía del reino de Dios.
Significativas las palabras que nos han acompañado en la celebración. Cada Presidente de Conferencia encendió una lámpara y, al lado del altar con la urna de S. Francisco, leyó una invocación al Espíritu Santo sobre nuestras vidas y obras. No creo que fue casual lo que le tocó leer a cada uno. Tal vez, se podría entender como el motivo inspirativo que Dios quiso donarnos. A Carlos Trovarelli, por la Falc, le tocó la siguiente oración: “Ven, oh Espíritu Santo, y convierte nuestras Comunidades en lugares de auténtica fraternidad, donde reine el diálogo, el respeto profundo y sincero a la diversidad, donde el amor y la misericordia superan cualquier división. Haznos Fraternidades ‘contagiosas’, que difundan en su entorno el perfume de la Caridad”.
Siguieron dos oraciones más, que vale la pena traducir y rezar de vez en cuando. Una a María y la otra a San Francisco. La primera, de mons. Tonino Bello: “Santa Maria, mujer creyente, ayúdanos a tener el valor de partir para volver al centro de nuestra vida. Tú, que no tuviste miedo de entregarte de pleno a la Palabra que pedía hacerse carne en ti por nuestra salud, enséñanos a dar el sobresalto de fe con la fuerza de un ‘sí’ que venza a todos los ‘si’ y ‘pero’. Llévanos a tu Hijo, la verdadera perla preciosa, y ayúdanos a entender el valor auténtico de las cosas que no tienen precio. Amén”. La segunda se puede leer en las Fuentes Franciscanas, al n. 224: “Acuérdate, o padre nuestro Francisco, de todos nosotros hijos tuyos. Tú, o santísimo, sabes perfectamente cómo, angustiados por graves peligros, sólo de lejos seguimos tus huellas. Danos fuerza para resistir, purifícanos para resplandecer, haznos fecundos para dar fruto. Haz que se derrame sobre nosotros el espíritu de gracia y oración, para que logremos la verdadera humildad que tú tuviste, guardemos la pobreza que tú viviste, merezcamos aquella caridad con que tú siempre amaste a Cristo crucificado”.

Los días anteriores se han caracterizado por un intenso trabajo capitular, en asamblea y grupos, y por un lindo compartir fraterno. La rutina ha sido rota por unos momentos e iniciativas particulares. Tres conciertos nocturnos, que disfruté mucho, organizados de manera excelente por fray Giuseppe Magrino en el escenario magnífico de la Basílica inferior. La visita de los Ministros franciscanos, la ministra internacional de la OFS y la presidenta de la MI, la Madre federal de las clarisas. Cada cual nos dirigió unas palabras de saludos y augurios. Experimentamos que tenemos una gran herencia a vivir juntos, apuntando a las muchas cosas que nos unen y afianzándolas, más bien que a las diferencias históricas que ya no tienen más sentido y lugar. La celebración de la jornada de la vida consagrada (2 de febrero) en la catedral de S. Rufino, repleta de religiosos y religiosas. En este sentido, Asís es como el Monte Athos para los ortodoxos. Tuve un pensamiento malo: que quizás hay un despilfarro de vida religiosa aquí -aunque muchas son casas de acogida o formación-, mientras que tantos lugares necesitarían de una presencia y testimonio. La visita al papa Benedicto XVI, como signo de fidelidad a la Iglesia, cuyo amor marcó a Francisco y constituye elemento esencial de su espiritualidad. Pudimos ver al Papa apenas 5 días antes de que anunciara su renuncia al solio pontificio (11 de febrero… mi cumpleaños…). En realidad, fue una experiencia “fría”, casi anónima entre el montón de gente del Aula Pablo VI, con un saludo de dos líneas de parte del Papa a los capitulares. Tal vez, faltó algo en la organización del evento… El hermoso y fraterno compartir con los obispos de la Orden, que pasaron todo un día con nosotros. La peregrinación a Osimo, para venerar al cuerpo de nuestro ilustre santo José de Cupertino, e inspirarnos a su ejemplo de mística excelsa, vivida más que descrita; a su devoción grande y sincera; a su amor para con los hermanos, aunque obligado a vivir como recluso; a su alegría y atención en las relaciones humanas; a su radicalidad en la vivencia de los votos. En la tarde, el encuentro con Maria en la Santa Casa de Loreto.

¿Qué añadir más? Siento que Dios me ha regalado una experiencia bella y enriquecedora, a través del encuentro con Francisco en su patria, y el compartir con hermanos frailes de todo el mundo. Unido a la belleza del paisaje, al cual el ojo no se habitúa y hace siempre nueva y asombrada la mirada; y la sensación de rapto casi místico que te dan unos lugares e iglesias. Encima, el Señor nos donó días despejados, casi sin frío, raros para el invierno italiano, que nos permitieron disfrutar aún más todo el evento, llenando de luz ojos y corazones.