giovedì 17 gennaio 2019

Tengo un sueño (I have a dream)


Quisiera enviar a todos mis deseos para el año nuevo 2019, soñando con algo ¿Qué sueño? Se preguntarán.
Domingo 30 de diciembre fui a ver y escuchar un concierto para coro, solista y orquesta en la Iglesia Madre de Copertino. Porque un concierto no sólo se escucha como si fuera un disco, sino que se ve y te involucra en todo tu ser. Es lindo ver tocar instrumentos, abrir bocas para el canto, expresar el sentimiento con la cara y el cuerpo, estar al lado de personas con quienes interactuar y aplaudir. Han tocado y cantado la “Misa Criolla” y “Navidad Nuestra”, del compositor argentino Ariel Ramírez. Todo ha sido ejecutado de maravilla.
Además del tenor y el coro, me ha sorprendido la profesionalidad de los músicos (clavicémbalo, tambor, pandereta, contrabajo, charango). Sobre todo el que tocaba el charango lo hizo de una manera superba. Después del concierto quise conocer y felicitar a ese músico. Me dijo que era un graduado en geología, pero no aguantó las concesiones que le pedían para su profesión y se dedicó a su pasión, es decir la música popular, de la cual toca casi todos los instrumentos, incluso los de América Latina, de cuya cultura musical es un ferviente apasionado. Me habló con entusiasmo de Venezuela y me invitó a escuchar la que definió una obra maestra: “Fuga con pajarillo”, de Aldemaro Romero. La escuché en Youtube, por la Orquesta Juvenil de Venezuela, dirigida por Dudamel, y me cautivó.
¿Qué sueño, pues? Sueño con un mundo y una Venezuela capaz de promover la belleza y la cultura. Donde la “fuga” fuera un tema musical, no la realidad triste de un sinfín de familias y de montones de jóvenes, obligados a emigrar para buscar una condición de vida digna de un ser humano y sustentar a sus familias desde el exterior, viviendo y soportando la nostalgia y la laceración interior.
Me preocupa que se organicen cursos de adestramiento militar y que se exprese el orgullo de pertenecer a una milicia, sonando siempre el mismo disco roto y falso de una invasión del país, que está ya invadido por una cultura militar, una sed de poder a toda costa, una situación social y económica al borde del abismo. Las nuevas invasiones no son ni serán militares, sino económicas, engendrando esclavos de poderes internos corruptos y potencias extranjeras (Rusia, China, además de USA), aplastados en la búsqueda de lo esencial para sobrevivir, incapaces de generar ideas y vivir ideales altos.
Me encantaría que se tuviera tiempo no sólo para fajarse en conseguir lo básico para vivir y que, por lo contrario, sería un derecho de todo ser humano, sino para dedicarse a la formación del espíritu y la inteligencia; que se instara a los jóvenes a participar a cursos de bellas artes, literatura y música, para aprender a luchar por y enamorarse de lo bello y bueno de la vida (tocar y luchar…), verdadero antídoto al veneno de la violencia y el miedo; que se desarrollara siempre más la colaboración entre cada uno, como en una orquesta, para tocar obras maestras, ideadas y realizadas por el talento de unos, y armonizadas por directores que respeten el libreto y valoricen a todo músico con su instrumento. Todo por la alegría plena de los que tocan y los que escuchan, como se puede admirar en el video.
Finalmente, sueño con un violín que se olvide un momento de Mozart o Vivaldi, y nos ponga, con pericia y alegría, a bailar joropo, devolviéndonos el gozo de vivir. Porque, contrariamente al dicho “Año nuevo, vida nueva”, no es un año que comienza que puede cambiar una vida, sino tan sólo una “vida nueva” puede hacer “nuevo” un año que empieza, bien a nivel particular que social.
Pues, una vez más, les renuevo los deseos de cada año que inicia: ¡Feliz Año Nuevo! Esperando que no sean una utopía, sino el comienzo de una vida nueva realizada con el compromiso de todo sujeto: religioso, cultural, social, político y económico.