“¿Cómo amaneces?”. Es una pregunta común y
corriente, amable. Esta mañana, al salir del convento, varias personas me lo
han preguntado. A diferencia de los demás días, percibí que esa expresión
contenía como un trasfondo, es decir ¿cómo me sentía luego de la jornada
electoral de ayer, tan importante y tan fuerte para mi Venezuela? Confieso que
salir a caminar me gusta. Quien me conoce lo sabe bien. Lo hago por deporte,
por salud, para sumergirme en la naturaleza, solo, y meditar. Lo hago a veces,
como esta mañana, cuando siento desilusión, enojo, impotencia frente a
situaciones determinadas, perplejidad, tristeza. Me ayuda a estar mejor. Confío
en que el cansancio del cuerpo me ayude a descansar el alma y relajar la mente.
Aunque no siempre lo logro.
¿Cómo amanecí, pues? Perplejo frente a los
acontecimientos del día domingo. Con preguntas, la gran parte retóricas, cuya
respuesta ya conozco.
La Biblia, cuando narra de la victoria de David
sobre su hijo Absalón, matado sin piedad en batalla, dice que el rey lloró
inconsolable la muerte de este último, y que el ejército entró en Jerusalén en
silencio, como después de una derrota. No me gustó la danza macabra de victoria
del oficialismo, frente a una jornada con varios muertos. Hubiera sido más digna
la consigna del silencio frente a hijos de la patria que pagaron con la vida la
confrontación política. Y si hubiera coherencia en la actuación del gobierno,
deberían pretender la renuncia de los gobernadores donde se registraron
muertes, por incapacidad a llevar para adelante un proceso electivo pacífico,
así como se ha hecho con otros gobernadores y alcaldes, en otras ocasiones.
Pero, ecuanimidad y justicia ¿siguen siendo palabras con un contenido, o puro
sonido hueco?
En cuanto a los resultados, dudo sobre la veracidad
de los números. Como escribe alguien, la matemática es infalible, pero los
números se pueden manipular. Hay testimonios fidedignos de personas fallecidas
desde años que siguen votando. ¿Será que estamos frente a un poder divino capaz
de resucitar muertos? Bueno, quiero aceptar que se nos dijo la verdad acerca de
los resultados. Traducido en porcentaje, fueron a votar el 41-42%, y no se me
diga que todos lo hicieron de manera libre y sin ninguna coacción, porque sería
justificar la propia conciencia con una mentira nota a todos. Me pregunto ¿es
una verdadera victoria saber que el 58-59% no fue a votar? ¿Dónde está la
mayoría? En un cualquier país democrático la votación sería nula.
Mis amigos y hermanos del oficialismo saben que
siempre he defendido el derecho a votar y con plena libertad, también en las
elecciones de ayer. Me hubiera gustado que igual derecho fuera reconocido, así
como lo hace la Constitución vigente, al Referendo Revocatorio, para el cual se
pusieron un montón de trabas de parte del CNE. Organismo que no se cansó de
decir que no es fácil organizar una jornada electoral, justificando el retardo
de más de un año acerca de la elección de alcaldes y gobernadores, además de
los alargues injustificados en cuanto al Revocatorio, y que, por lo contrario,
en un mes logró organizar las elecciones para la ANC. Me agradaría que como se
sintieron defendidos por mí, mis amigos del partido oficialista, en su libertad
a ejercer el voto, sepan defender el derecho a la libertad de voto de los que
no fueron a votar, sobre todo los empleados públicos. ¿Tendrán las agallas para
protestar duramente cuando se pretenda botar del trabajo a quien no fue a
votar, acampando absurdas “fallas profesionales”, inventadas por el fulano
politólogo del momento y cuya única verdadera finalidad es la represalia y el
amedrentamiento? Y les ruego no caer en la hipocresía de decir que esto no
aconteció ni acontecerá, o que esas medidas son correctas, porque todos sabemos
que no es así.
Por ende, no confío en una clase dirigente que no cumple
con la palabra dada. Esto no significa que soy de la oposición. Trato sólo ser
crítico y en consonancia con la visión de la Iglesia sobre los acontecimientos
políticos del país. En octubre se firmaron acuerdos entre la oposición y el
oficialismo, en una mesa de diálogo requerida por el presidente. Fueron cuatro
los puntos concordados: (1) devolver sus competencias a la Asamblea Nacional,
elegida por el pueblo con una mayoría abrumadora; (2) poner fechas para las
elecciones de gobernadores y alcaldes; (3) liberar a los presos políticos; (4) permitir
la apertura de un canal humanitario para el ingreso de alimentos y medicinas.
¿Cuál de estos puntos se acató? ¡Ni uno! Ahora, no respetar una palabra dada es
sinónimo de falsedad y mentira. A menos que no se quiera reescribir el
diccionario de la lengua española en base a conveniencias “revolucionarias”,
donde el presidente actúa de lingüista y el gobierno asuma el rol de la Real
Academia, porque nada hay imposible. ¿Les recuerda algo o Alguien? La mentira
es contraria al Reino de Dios…
Mons. Romero, obispo mártir del Salvador, héroe de
todos los que luchan a favor del pueblo pobre y humilde, decía: “La verdad
físicamente puede ser muy débil, como el pequeño David; pero por más grande,
por más armada que se ponga la mentira, no es más que un fantástico Goliat, que
caerá por tierra bajo la pedrada de la verdad”. A él lo mataron los escuadrones
de la muerte, conjunto de militares y civiles armados a servicio del poder y no
del pueblo…
Entonces, como escribía arriba, esta mañana salí a
caminar. Decidí subir a Mupate (los de Pueblo Llano saben a qué me refiero). A
veces me ayuda mirar las cosas de otra perspectiva, de las alturas. Hoy la
neblina me tapaba la vista, y sólo de vez en cuando lograba vislumbrar el
pueblo. Seguí subiendo, esperando que más arriba fuera despejado, pero no. De
todas formas, sé que hay que aprender a salir y subir física, moral y
espiritualmente. Porque soy consciente y quiero confiar en que, así como reza
un proverbio oriental, “hay mil espléndidos soles, más allá de las nubes”.