venerdì 10 febbraio 2017

11 anni in Venezuela

Oggi, 8 dicembre 2016, festa dell’Immacolata, compio 11 anni dalla mia prima intera giornata in Venezuela, vissuta allora per metà a Caracas e l’altra metà in un allucinante viaggio a Guanare. Da dove il giorno dopo sarei ripartito per il seminario di Palmira. Il 6, festa di San Nicola, ero partito da Gravina per Roma. Giornata “dura”, senza essere triste. Malinconica piuttosto, con una ridda di sentimenti difficili da gestire. Il 7 dicembre 2005, festa di San Ambrogio, viaggio aereo per il Venezuela, dove approdavo il pomeriggio di qua, notte in Italia.
Furono 3-4 giorni intensi, rapidi, che non mi diedero quasi tempo di respirare, di pensare, di digerire il cambio. Ma forse è stato meglio così. Una full immersion, senza possibilità di leccarmi le ferite del distacco e coltivare la nostalgia, benché il ricordo e l’affetto per la mia terra e la mia gente restano inalterati. Una settimana dopo il mio arrivo mi sono addirittura dovuto “inventare” missionario “navideño” in una zona di allevamenti in pianura, con un caldo umido bestiale. Altro che “bianco natal...”.

È proprio vero che spazio e tempo non sono entità rigide ed esatte, ma rispondono piuttosto alle emozioni e dipendono dal vissuto. Si usa dire “mi sembra ieri”. E davvero lo sembra. Nel ricordo il tempo si contrae. Tutto acquista la evidenza e nitidezza dell’appena passato. Lo stesso spazio si confonde, e ti senti proiettato, alternativamente, nei luoghi del “sentire”, là dove hai vissuto l’esperienza. So dove mi trovo; ma, in giorni come questi, mi sento contemporaneamente in piú luoghi e in tempi differenti. Sará grave?!?

Hoy, 8 de diciembre de 2016, fiesta de la Inmaculada, cumplo 11 años desde mi primer entero día en Venezuela, entonces vivido por mitad en Caracas y otra mitad en un alocado viaje para Guanare. Desde donde, al día siguiente, hubiera vuelto a salir para el seminario de Palmira. El 6 de diciembre de 2005, fiesta de San Nicolás, había salido de Gravina para Roma. Día “duro”, sin ser triste. Melancólico, más bien, con un torbellino de emociones difíciles de manejar. El 7 de diciembre, fiesta de San Ambrosio, viaje en avión hacia Venezuela, donde aterricé por la tarde, ya noche en Italia.
Fueron 3-4 días intensos, veloces, que no me dieron casi tiempo para respirar, pensar, digerir el cambio. Sin embargo, tal vez, fue mejor así. Un entrar de pleno en la nueva realidad, sin tener chance de lamer las heridas por la separación, ni cultivar la nostalgia, aunque el recuerdo y el cariño para con mi patria y mi gente permanecen inalterados. Encima, una semana después tuve que “inventarme” como misionero navideño, lanzado en una aldea del llano tachirense, en medio de crías de ganado, con un increíble calor húmedo. Todo lo contrario del “clima navideño” italiano, frío hasta nevar. Un verdadero choque cultural…
Es verdad, espacio y tiempo no son entidades rígidas y exactas. Antes bien, responden a las emociones del momento y dependen de lo vivido. Se acostumbra decir “me parece como si fuera ayer…”. Y de veras se parece así. En el recuerdo el tiempo se contrae. Todo adquiere la evidencia y nitidez de lo recién acontecido. El mismo espacio se desdibuja. Te sientes proyectado, alternativamente, en los lugares del “sentir”, allá donde has vivido la experiencia. Sé claramente donde me encuentro ahora; pero, en fechas como éstas, me siento contemporáneamente en varios lugares y diferentes tiempos. ¿!¿Será algo grave?!?


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