Oggi, 8 dicembre 2016, festa dell’Immacolata, compio 11 anni dalla mia prima
intera giornata in Venezuela, vissuta allora per metà a Caracas e l’altra metà
in un allucinante viaggio a Guanare. Da dove il giorno dopo sarei ripartito per
il seminario di Palmira. Il 6, festa di San Nicola, ero partito da Gravina per
Roma. Giornata “dura”, senza essere triste. Malinconica piuttosto, con una
ridda di sentimenti difficili da gestire. Il 7 dicembre 2005, festa di San
Ambrogio, viaggio aereo per il Venezuela, dove approdavo il pomeriggio di qua,
notte in Italia.
Furono 3-4 giorni intensi, rapidi, che non mi diedero quasi tempo di
respirare, di pensare, di digerire il cambio. Ma forse è stato meglio così. Una
full immersion, senza possibilità di leccarmi le ferite del distacco e
coltivare la nostalgia, benché il ricordo e l’affetto per la mia terra e la mia
gente restano inalterati. Una settimana dopo il mio arrivo mi sono addirittura
dovuto “inventare” missionario “navideño” in una zona di allevamenti in
pianura, con un caldo umido bestiale. Altro che “bianco natal...”.
È proprio vero che spazio e tempo non sono entità rigide ed esatte, ma
rispondono piuttosto alle emozioni e dipendono dal vissuto. Si usa dire “mi
sembra ieri”. E davvero lo sembra. Nel ricordo il tempo si contrae. Tutto
acquista la evidenza e nitidezza dell’appena passato. Lo stesso spazio si
confonde, e ti senti proiettato, alternativamente, nei luoghi del “sentire”, là
dove hai vissuto l’esperienza. So dove mi trovo; ma, in giorni come questi, mi
sento contemporaneamente in piú luoghi e in tempi differenti. Sará grave?!?
Hoy, 8 de diciembre de 2016,
fiesta de la Inmaculada, cumplo 11 años desde mi primer entero día en
Venezuela, entonces vivido por mitad en Caracas y otra mitad en un alocado
viaje para Guanare. Desde donde, al día siguiente, hubiera vuelto a salir para
el seminario de Palmira. El 6 de diciembre de 2005, fiesta de San Nicolás,
había salido de Gravina para Roma. Día “duro”, sin ser triste. Melancólico, más
bien, con un torbellino de emociones difíciles de manejar. El 7 de diciembre,
fiesta de San Ambrosio, viaje en avión hacia Venezuela, donde aterricé por la
tarde, ya noche en Italia.
Fueron 3-4 días
intensos, veloces, que no me dieron casi tiempo para respirar, pensar, digerir
el cambio. Sin embargo, tal vez, fue mejor así. Un entrar de pleno en la nueva
realidad, sin tener chance de lamer las heridas por la separación, ni cultivar
la nostalgia, aunque el recuerdo y el cariño para con mi patria y mi gente
permanecen inalterados. Encima, una semana después tuve que “inventarme” como
misionero navideño, lanzado en una aldea del llano tachirense, en medio de
crías de ganado, con un increíble calor húmedo. Todo lo contrario del “clima
navideño” italiano, frío hasta nevar. Un verdadero choque cultural…
Es verdad, espacio y
tiempo no son entidades rígidas y exactas. Antes bien, responden a las
emociones del momento y dependen de lo vivido. Se acostumbra decir “me parece
como si fuera ayer…”. Y de veras se parece así. En el recuerdo el tiempo se
contrae. Todo adquiere la evidencia y nitidez de lo recién acontecido. El mismo
espacio se desdibuja. Te sientes proyectado, alternativamente, en los lugares
del “sentir”, allá donde has vivido la experiencia. Sé claramente donde me
encuentro ahora; pero, en fechas como éstas, me siento contemporáneamente en
varios lugares y diferentes tiempos. ¿!¿Será algo grave?!?