lunedì 20 febbraio 2012

Viajando por Costa Rica y Cuba

2 de enero: fiesta de la Presentación de Jesús al templo y Día de la Vida Consagrada, que estoy viviendo en una manera muy particular, como viajero, entre La Habana (Cuba) y Alajuela (Costa Rica), entre las esperas y prácticas aeroportuarias, y alrededor de tres horas de vuelo. Inicio a escribir estas líneas en la habitación del convento de La Habana, mientras los frailes están reunidos en Capítulo con el Ministro provincial de las Marcas, fray Giancarlo Corsini, al finalizar su visita canónica a esta delegación misionera. Yo estoy proyectado hacia el viaje de vuelta a Venezuela, en la tarde, con una larga escala en Costa Rica. Han pasado poco más de dos semanas desde mi salida. Han sido días de compromiso como Custodio, por los coloquios en Costa Rica con los frailes venezolanos, allá residentes, y su responsable, fray Fernando, y por la semana anual dedicada a la Asamblea de Ministros, Custodios y Delegados de los franciscanos conventuales en América Latina. Tuve chance también para unos momentos de turismo, además de la alegría de compartir unos días de vida “cotidiana” con nuestros frailes en La Habana.

Costa Rica – Pasé en este país los primeros tres días. Estoy muy agradecido a Dios por hallar a mis frailes venezolanos alegres y serenos. Los frailes costarricenses los han recibido como verdaderos hermanos. Además, pude experimentar personalmente, si acaso hiciera falta una ulterior confirmación, su exquisito sentido de acogida y fraternidad. Durante todo un día pude relajarme en las termas del volcán Arenales, junto a fray Marcos (Costa Rica), fray Jair (Colombia) y fray Yohanny (venezolano), mecido y masajeado por el agua caliente de un arroyo bajante del volcán, inmerso en un lindo paisaje, cuidado por los responsables de las termas del Tabacón. Asimismo, pude ver algo de Costa Rica durante el viaje al volcán, que dura más de dos horas.

Cuba – La parte más larga del viaje… Llegué la tarde del 20, aguardado en aeropuerto por fray Silvano y fray Roberto, amigos muy entrañables desde hace mucho tiempo, desde casi los primeros momentos de mi ingreso a la vida religiosa, entre los fundadores de la misión en Cuba. El 21 llegó también fray Hernán de Uruguay, así que nos dedicamos a una primera visita al casco histórico de La Habana. Como tendré ocasión de averiguar durante mi estadía, sobretodo en mis días con los frailes de aquí, cuyo convento se encuentra en la centralísima Calle Cuba, la ciudad vieja es una verdadera joya. Pienso en qué pudiera ser cuando todos los palacios antiguos lucían en su esplendor. Hoy muchísimos tendrían necesidad de restauración, aunque hay que reconocer que mucho se ha trabajado y otras obras se están llevando a cabo, gracias a la visión y sentido artístico del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal. En algunas partes, en varios rincones parece haber apenas salido de una guerra o calamidad natural… Es como una belleza a la cual hace falta maquillaje. Una joya para pulir, de manera que recobre la preciosidad del diamante y no sólo el relucir del cristal esmerilado. Una forma de sanar algo consumido, carcomido, a menudo, desde dentro y en sus internos, flagelado por las incurias del tiempo. Patrimonio cultural de la Unesco, que hay de recuperar a su esplendor y restituir al mundo. Esfuerzo y compromiso notables, que por suerte ya arrancaron y cuyos resultados iniciales son alentadores.

Un día del convenio se dedicó a un tour a Matanzas, la primera presencia nuestra en Cuba. La bahía en que queda la ciudad es un espectáculo, junto a la cercana belleza de la extensa playa caribeña de Varadero. Muy interesante la visita al estudio teológico protestante, donde fuimos recibidos muy familiarmente y donde los frailes son amigos muy allegados, compartiendo amistad y colaboración. Por primera vez, desde cuando estoy en América Latina, he advertido hermandad cristiana, pese a ser hermanos separados, y no conflicto institucional. Pude volver a abrazar, después de unos cuantos años, a mi “viejo” maestro de noviciado, fray Fernando Maggiori. ¡¡Un santo!! Venerado y amado, adoptado por la ciudad; aún más sencillo, sonriente y esencial, hasta en su semblante, ahora que tiene 80 años muy bien llevados. Junto a él, abracé a fray Luigi Moretti, guardián del convento, compañero de tantos días en Asís, amistad mantenida fresca, a pesar de las pocas ocasiones de encontrarse. Los demás frailes – José y Julio – nos hicieron sentir de casa.

Las labores asamblearias fueron llevadas adelante con un ritmo intenso, sin nunca perder la alegría y el gusto de estar juntos como hermanos. La única “molestia”, empezada ya el primer día, ha sido un brote en la piel, un herpes a nivel torácico, por suerte leve. Algunos temas han sido fuertes; sin embargo, no dejamos de buscar soluciones en común y de apoyarnos mutuamente. Casi cada noche, luego de la cena, salíamos a pasear en grupo, visitando partes de la ciudad nueva, donde se ubica la Casa Sacerdotal que nos hospedaba: Plaza de la Revolución; Paseo del Vedado; el Malecón (muy largo y, para mí, nostálgicamente bello…); Calle 23; etc.

Después de la asamblea me detuve en nuestro convento de La Habana, como ya dicho, en espera de mi salida de la isla. Además de Silvano y Roberto, compartí espacios y tiempos con Paulino, fraile proveniente de México, y Raúl, postulante cubano; más fray Giancarlo y fray Firmino, de visita a la misión. Junto a ellos he caminado la ciudad de los turistas y la de los cubanos, cautivado y cuestionado por su belleza y sus contrastes, percibidos más a piel que profundizados a través de una reflexión crítica. No quiero dar juicios azarosos. No sería justo ni correcto, no conociendo a fondo historia y condiciones de ese pueblo y de su gente bella. Cada cual podrá formularse un juicio propio cuándo tenga la suerte de visitar la isla, de repente deteniéndose varios días y adentrándose en recorridos y experiencias menos turísticos, guiado por una mirada serena y sin prejuicios, ni en pro ni en contra. Sobre nuestros frailes puedo decir que llevan para adelante un precioso trabajo pastoral, de cercanía y acompañamiento respetuoso. La fe cristiana está lentamente volviendo a hacerse presente, en relación a cantidad de fieles y referencia espiritual. No es la labor pastoral normal en las demás realidades franciscanas de AL. Es más un “estar” con y en medio de la gente, con espíritu franciscano de servicio humilde. Junto a la restauración física de la ciudad vieja, patrimonio de la humanidad, los frailes están buscando de hacer más bella y plena la vida de los cubanos, a través de aquel patrimonio para la humanidad que es el evangelio de Cristo, vivido a la escuela de Francisco de Asís.

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