Extraño el título de este post. Hace falta una explicación. 27 el 28, se refiere a los años de profesión solemne (27), celebrados precisamente el 28 de septiembre. De veras me estoy volviendo viejo, no sólo a nivel de edad civil, sino también de años entre los franciscanos.
Viernes 28 de septiembre, 27 años de profesión solemne!! Cómo ha transcurrido el día?!? Ahorita que estoy escribiendo es noche; me siento cansado y satisfecho a la vez. Madrugué para ir a celebrar misa a las 6 am a las hermanas del Colegio Nazareth en Táriba. Luego, desayuno, lectura de un capítulo de “Humillados y ofendidos” y rumbo a San Cristobal, aprovechando una cola, para otra celebración eucarística en el colegio de las marianitas, en el día de la secretaria. Es increíble como en Venezuela toda categoría de personas tenga su día celebrativo. En la homilía hablé del tiempo que debemos aprender a habitar, dando a Dios su debido espacio. Después, junto a las hermanas y a todo el personal escolástico, nos dirigimos al restaurant de un hotel, gestionado por italianos, para compartir el tiempo del almuerzo. Momento de fiesta lindo y sereno, enriquecido por la “alegre locura” de las fotos con el ministro de Interior y Justicia, Tarek el Assaimi, quien estaba comiendo en la mesa cercana. Él del partido oficialista; mientras que las mujeres que ha requerido fotos con él eran todas, rigurosamente, de la oposición!! Y todo eso a pocos días de las elecciones presidenciales, bastante reñidas. Ojalá fuera señal de la sabiduría pacífica de nuestro pueblo, amante de las relaciones y de la convivencia en las diferencias, mientras estamos a la puerta de un turno electoral caracterizado por miedos a violencias poselectorales. He querido leerlo como la liviandad sapiente que se impone en momentos de tensiones inútiles y absurdos. Un signo de esperanza…
En la tarde llevé la comunión a una amiga hospitalizada por una fuerte depresión. Hemos dialogado por mucho más que una hora. Nos abrazamos con cariño y solidaridad. Sentí que Dios estaba abrazando mis fragilidades y, a través de ellas, en mi persona, abrazaba a mi amiga. Salí de la clínica conmovido por ese don imprevisto e improviso, que confiere más sentido a mi ser fraile, a mi consagración religiosa.
La noche, en seminario, me he detenido a mirar el tremendo espectáculo de las luces de San Cristobal, acariciado por un clima fresco y agradable. La hermosísima luna llena me ha obligado a levantar la mirada, a tener la nariz hacia arriba, para admirar el juego a escondite con las nubes nocturnas, entre el permitirme vislumbrar su faz y el desaparecer, luego definitivamente, más allá de las nubes. En la certeza, sin embargo, de la falsedad y fragilidad de ese oscurecimiento temporáneo, destinado a devolver inexorablemente espacio a la luz y a la belleza.
Escribo y estoy aún más cansado. Los ojos reclaman el cerrarse del sueño. Me acuesto. Siento que debo agradecerle a Dios por el día de hoy. No es un aniversario “redondo”, que amerite demasiadas atenciones, aunque es, de todas formas, un aniversario. No lo viví cómo me lo imaginé. Sin embargo, me ha dado, pienso, más de cuanto pudiera esperar. Lindo refrán, que acompaña a menudo mis aniversarios…
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