Otro juego de palabras con números... Esta vez, después de haber hablado del aniversario de profesión solemne (27 años el 28 de septiembre), quisiera escribir algo sobre el de la ordenación sacerdotal. ¡¡25 años de sacerdocio el 10 de octubre!!
Una vez más me imaginé este aniversario de manera diversa al que luego lo he vivido. Antes de la elección a custodio de Venezuela, había proyectado pedir un año sabático, para prepararme al evento a través de 6 meses de pastoral misionera en una zona de este mismo país; 3 meses de servicio en Tierra Santa y 3 en Asís. Proyecto acariciado por largo tiempo… Al cual tuve que renunciar por notos motivos. Al aproximarse de la fecha, fray Franklin me propuso celebrar la fiesta de S. Francisco en seminario. Acepté, pensando que luego hubiera podido tomar 5 días de retiro en el cercano y sugestivo convento carmelita de Potrero, celebrando así el aniversario con los seminaristas, en privado, visto que nadie estaba enterado. No era lo que había soñado, todo mucho más breve y reducido a nivel de involucramiento; sin embargo, esa manera íntima, compartida con los aspirantes a la vida franciscana, igualmente me gustaba.
A comienzos de septiembre llega, empero, la convocación de una reunión, fuera de programa, de los responsables de las circunscripciones de la parte norte de América Latina, propio en aquellos días (8-10 de octubre), en Medellín (Colombia), para tratar temas urgentes inherentes al noviciado en común. Intenté no participar; pero los frailes del definitorio, sabiamente, insistieron para que estuviera presente al encuentro. Salí el 5 de octubre, antes de que cerraran las fronteras con vista a las elecciones presidenciales del día 7, para regresar el 10 noche. El compartir con la comunidad del noviciado de Itagüí (Medellín) y con los demás responsables ha sido bello y positivo. Cero turismo; tanto trabajo desde el 8 al 10, pero enriquecedor y en un clima espléndido de fraternidad.
El 10 de octubre, día del aniversario, teniendo mi salida para Cúcuta en la tarde, fui a celebrar a la casa para hermanas mayores de las Adoradoras del Santísimo Sacramento. Pedí a las numerosas hermanas que rezaran por mí, siendo el aniversario de mi ordenación. Pueden imaginar la alegría de las religiosas… Después de la misa, una joven presente ingresó a la sacristía para felicitarme. Su sonrisa radiosa me alumbra el día. La madre superiora me brinda un jugo y me pregunta cuándo cumpliría las “bodas de plata” sacerdotales. A mi respuesta –hoy– se llena de entusiasmo y lo comunica a las demás. Un momento precioso de oración y fraternidad, inesperado y sorprendente.
La mañana vio una última, esmerada sección de trabajo. Al almuerzo los frailes me felicitan, habiéndose enterado por las hermanas del aniversario. Pronto después, salgo rumbo al aeropuerto. El vuelo preveía una escala en Bogotá. Aquí topo con un retardo de todos los vuelos. Por eso tuve que esperar alrededor de 4 horas, en lugar de las dos previstas. Afortunadamente, en manera del todo casual, en la sala de espera encuentro a una pareja de jóvenes venezolanos que habían hecho de testigos en un matrimonio celebrado en Barinas. Hemos platicado agradablemente y el tiempo se me pasó más rápido. En Cúcuta, donde me aguardaban fray Franklin y fray José Luís, llegué a las 9.30 pm. Mientras que al seminario, entre viaje y parada para una breve cena, arribamos a media noche y media.
El 11 de octubre, aniversario de mi primera misa, quise celebrarlo con los seminaristas. Me tomé el día de reposo. En la mañana paseé por el seminario; disfruté del paisaje y terminé de leer “Humillados y ofendidos” de Dostoyevski. En la tarde aún reposo, paseo, ducha y celebración. La misa, a la cual Franklin había invitado a las hermanas del colegio Nazareth, ha sido sencilla, familiar y bella, así como la cena y el pequeño momento de fiesta siguiente. A las 8.30 pm todo había terminado.
Me detuve a contemplar la noche y el fantástico panorama que se puede disfrutar del seminario. Una vez más no pude vivir lo que había soñado para esta fecha. Ni siquiera la parte más realística del sueño… Pensaba en las iniciativas y festejos que acompañan, por lo usual, los 25 años de sacerdocio. Luego me he dicho que ese casi anonimato es, tal vez, lo que en realidad busco, y que me fastidiarían rumor y bulla. También el sueño de un año sabático era más tiempo de preparación que fiesta, vivencia más que momento. Y fui a acostarme sereno.