Luego de haber dejado en Socopó a los cuatro postulantes que han viajado conmigo, y de haber almorzado, me dirijo a la aldea de Conchabamba en compañía de dos muchachos de allí, a los cuales doy la cola. Así ellos me ayudan para no equivocarme en la ruta.
Me acoge el paisaje fascinante del llano barinense, con sus praderas para pasto de bovinos. Dejada la carretera asfaltada cruzamos a la izquierda y nos adentramos en un paisaje más silvestre. Estamos en la antigua reserva forestal de Socopó. Las plataneras anuncian que hemos llegado a destino. Me encanta este paisaje. Será por el recuerdo de la primera experiencia aquí; será por los nubarrones amenazantes lluvia, todo me aparece bajo una luz nueva y cautivante. La misma luz me acompaña en mi camino de la casa de Dilcia e Isaac hacia la capilla, en los momentos que preceden la noche. Luz indefinida, que transmite alegría e melancolía a la vez.
La Misa de las 7 p.m. es infestada por “nubes” de insectos, atraídos por la luz de los bombillos. Plaga que parece vaya a ser problema de cada día, debido a la lluvia y humedad. Aunque, desde el día siguiente se soluciona por lo menos el problema de los bichos sobre el altar, teniendo apagado el bombillo directo y usando la luz indirecta de los de la nave de la capilla. Un verdadero alivio para mi…
A diferencia de la vez pasada, cuando fui huésped de una familia, decido quedarme en los locales junto a la capilla. Elección que aprecio enseguida, porque me permite la libertad y la alegría íntima de encontrarme en soledad con Dios, al comienzo y al final del día. Es descanso en Dios, que hace de la capilla de esta pequeña y perdida aldea rural, el centro del mundo, de mi mundo y mis afectos.
Domingo de Ramos, 17 de abril – Lo paso por entero en Conchabamba. Desayuno en casa de Dilcia e Isaac, junto a 4 de sus 7 hijos, que vuelvo a ver con gusto, más crecidos y unos ya adultos. A las tres de la tarde bendición de las palmas, cerca de la cruz de la misión, y procesión hacia la capilla. Homilía sobre el sentido de la acogida de Jesús y la vivencia de la Semana Santa, y sobre el valor simbólico tradicional que el venezolano atribuye a los ramos en este día. Me acuesto pronto, como haré en los días siguientes. Quizás debido al cansancio del día, pero también el gozo de un sueño que Dios me regala, libre de preocupaciones inmediatas y rutinarias. A medianoche me despierta un tremendo aguacero. Al amanecer aún lluvia y problemas de diarrea, supongo por el agua de la llave. Tendré que hervirla…
El programa de los próximos días es el siguiente: en las mañanas confesión y celebración de Misa en los sectores de alrededor; en la tarde en Conchabamba. Vuelvo a las experiencias pastorales de mis inicios en Venezuela, en zonas llaneras, lidiando con calor y zancudos (aquí hay un bicho casi invisibles, que empero pica y arde aún más duro: el ején). Encima, abundantes sudores, aliviados por los ventiladores, cuya briza y ruido me acompaña también de noche, o sea por el fresco, o sea para alejar a los zancudos.
Lunes santo, 18 de abril – Desayuno en casa de José y Juanita, acompañado por el hijito José Emanuel, un niño de un par de años, catire y pila. José llega a buscarme en una moto prestada, porque la familia posee tan sólo una pequeña bicicleta para desplazarse. A las 9.30 a.m. voy en moto a Costa de Conchabamba, que dista alrededor de 15 minutos en carretera de tierra. Nos acomodamos en tres sobre la misma moto: el chofer, un monaguillo y yo con la maleta para la Misa. Los tres sin casco, por supuesto!!! En los días siguientes me moveré a veces en moto. En el campo es una manera fácil y económica di trasladarse de un lugar a otro. El casco prácticamente no se usa, y es normal que la moto se transforme en medio de transporte multiuso y con más viajeros.
Martes santo, 19 de abril – Otra vez en moto, hasta La Embajada. Vamos en tres motos. Los inconvenientes de viajar en moto se deben a los huecos y la irregularidad de la carretera de tierra, además de las charcas que se forman a llover. Me acompañan dos monaguillos de 10 años: Alberto y Jackson. Serán mis ángeles de la guarda durante todos estos días, una compañía muy agradable y variada: Alberto más gordito y tranquilo, Jackson flaco y muy pila.
Miércoles santo, 20 de abril – Me despierta un fuerte chubasco. Normalmente la lluvia me vuelve melancólico, pero en el campo es un espectáculo que me fascina. Me escabullo fuera de la capilla, para saborear con los ojos el panorama y respirar la lluvia… Hoy me toca ir a El Porvenir, a media hora de distancia. Por supuesto me buscan en camioneta. Llueve durante toda la mañana. Por eso a la Misa participan pocos. Sin embargo, Dios me recompensa con una bellísima excursión por este territorio de pasto para bovinos y plataneras, admirando las vacas y sus amigas las garzas; al sonido de gotas copiosas que caen del cielo, acompañado por el olor húmedo de la vegetación y la luz típica de los días de lluvia.
Jueves santo, 21 de abril – Hoy el clima ha cambiado del todo. Hay sol y cielo despejado. Voy para El Destierro, a 40 minutos en camioneta. Ida y vuelta entre una naturaleza lozana, a pesar de las intervenciones del hombre. El verdor de los árboles y de los prados resplandece a la luz clara del sol de hoy. Nos recibe con la usual amabilidad el señor Alirio y su familia. También aquí me esperan un par de horas de confesión y la Misa. De regreso, entramos a visitar a una viejita enferma en cama. Para llegar se recorre un angosto sendero entre plátanos y vegetación. La Misa de la noche, con el lavatorio de los pies, en una capilla repleta, es sencilla y solemne a un tiempo.
Viernes santo, 22 de abril – Todo el día de hoy es dedicado a Conchabamba. En la mañana me encuentro con el dolor de los hombres, en mi visita a los enfermos de la comunidad. Las condiciones higiénico-sanitarias de algunos son impactantes. En la tarde choco con el dolor del Hombre-Dios: Vía Crucis en los alrededores de la aldea hasta la capilla, de las 2.30 a las 4.30; Adoración de la Cruz y Sermón de las 7 palabras, de las 5.00 a las 7.00. Luego… ¡¡solo en la capilla!! Llamo un momento a una persona amiga, porque el encuentro con el dolor desconcierta y se puede sentir la necesidad de una voz. Después me quedo a reflexionar, delante de la cruz, en la capilla vacía, sobre el día, fuerte y bello a la vez. El silencio de esta hora es la precisa compañía a las celebraciones humanas y litúrgicas de hoy.
Sábado santo, 23 de abril – Alrededor de 45 minutos para llegar al Cinco, sector donde es prevista una Misa en la mañana. Expliqué a los organizadores que no hay misas el Sábado santo, pero me dijeron que ya no se podía cambiar programa o decepcionar a una comunidad en espera. Así que celebro la resurrección de Nuestro Señor ¡¡a las 11 de la mañana!!Y la gente aprecia el hecho de haber tenido Misa… La Vigilia pascual en Conchabamba, a las 7.00 de la tarde, es muy participada. Todo se desenvuelve en manera ordenada, aunque haya un poco de bulla por los niños que se van a bautizar. Al terminar, una señora quiere hablarme. A las 11.00 por fin puedo acostarme.
Domingo de Resurrección, 24 de abril – Me levanto a las 6.00 y preparo mi maleta. Después del desayuno, a las 7.15 arranco para el seminario, en compañía de Aura Beatriz, una hija de Dilcia e Isaac que estudia en Michelena. Dejo a Beatriz en el terminal de S. Cristóbal y cruzo el portón del seminario a las 12.30 cerca. Ha sido una semana de trabajo pastoral muy linda, gracias sobretodo a la gente, a los lugares y al haber tenido la oportunidad de mis momentos a solas con Dios en la capilla.
1 commento:
Gloria a Dios, Fray Matteo, luego de leer tú comentario doy Gracias al Señor por tu vida, para que hayan muchos sacerdotes que entregan su tiempo a Dios y al servicio de los demàs como es tu testimonio sacerdotal.en la medida que leía reflexionaba y se me ocurrio comentar que durante la semana santa ocupaste el puesto del apóstol San Juan, acompañando a Cristo en el dolor de su agonia, con los mosquitos, el calor y las gotas de la lluvia se mezclaban con la soledad de tus horas de descanso para contemplar a Dios y en los oficios religiosos en medio de la gente te imagino como Jesús, predicando al pueblo, que no conoce el amor de Dios para sus hijos. Gloria a Dios, porque te colocaste al lado de la Virgen Marìa para acompañarla en el dolor de ver a Jesús en la Cruz cuando visitabas a la enferma que esta en cama. Gloria a Dios por tu gratitud filial con la Virgen María y el Amor a nuestro Señor Jesucristo. El Resucitado. Un abrazo fraterno. Rosario Z.
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