sabato 5 marzo 2011

Cincuenta y dos

Si espero aún más, dejaré pasar casi un mes, antes de hablarles de mi cumpleaños número 52, así como hice con los precedentes desde cuando estoy en Venezuela. De hecho, ya estamos en el nuevo signo zodiacal.

En verdad, no hay cosas importantes a contar, ni reflexiones profundas que se puedan hacer. Esta vez es la cotidianidad que prevalece. Las pequeñas cosas, que, aunque tales, no se puede decir que sean banales. El día de mi cumpleaños lo he pasado respondiendo a las llamadas, a las felicitaciones por escrito, a llevar a los postulantes a Potrero por un proyecto a favor de los niños de aquella comunidad rural, a celebrar, sencilla y familiarmente, con mi comunidad y pocos amigos presentes. Me ha conmovido recibir dos tortas, además de las dos preparadas por los postulantes. Esto nos ha asegurado la merienda por unos días… Tuve también el tiempo de meter la pata con los niños de Potrero, los cuales me hicieron fiesta y fui tan patán que no caí en la cuenta que habría sido hermoso compartir con ellos una torta que me habían recién regalado. Pudiera aducir varias justificaciones: me tomaron de sorpresa; teníamos prisa de volver al seminario; desde el día antes tenía malestar… Sin embargo, me sentí un gusano cuando logré enfocar la situación; pero era ya tarde y resultaba inútil volver atrás.

Lunes 14 de febrero salí para S. Javier del Valle (Mérida), donde me había invitado una profesora de Machiques para dar un retiro a 60 adolescentes del último año de liceo (16-17 años de edad). Estuve muy indeciso si aceptar. Lo percibí como un desafío y decidí asumirlo. Me fue en carro (otro reto…), solo, porque los tiempos de encuentro con el autobús de los muchachos no se pudieron respetar. Después de seis horas de viaje llegué a mi destino. La casa de ejercicios me arrebató de una por su belleza. ¡¡Es hermosísima!! Lo sentí como un don de Dios para mi cumpleaños. Y decir que no quería ir… También el retiro anduvo más allá de mis expectativas. Desde luego, unos lo han vivido en manera distraída y aburrida, sin embargo, casi todos lo han disfrutado. Una ayuda muy valiosa ha sido la presencia de tres profesores y una joven hermana religiosa. Encima, las hermanas de la casa fueron muy simpáticas y acogedoras. Todas habían estado en Italia, porque su fundadora era calabrese, e me han hecho comer muy bien, pregustando sabores ítalo meridionales. Los espaguetis del último día eran tan ricos, que preferí comer dos platos, renunciando a lo demás.

Desde allá me dirigí, luego del almuerzo del 17, a nuestro convento de Pueblo Llano, a dos horas en carro. En los días allá me he dedicado a la lectura y al compartir la alegría de estar con los frailes de aquella fraternidad, ayudando también en algo, sobretodo en las celebraciones. De veras que me he relajado. Tenía previsto viajar el lunes 21 para Guanare, pero fray José Luís me pidió auxiliarlo para llevar a los postulantes, de paseo en los días de vacaciones escolásticas entre los dos semestres, a la laguna alpina de Mucubají. Así que el martes pudimos gozar de un paisaje que deja sin aliento. La caminata hasta la Laguna Negra, el almuerzo medio improvisado, el estar en alegría, han sido un don ulterior a mi cumpleaños.

En la tarde dejé los muchachos en Barinas para ir a Guanare, donde me esperaba un chequeo médico de rutina. Antes de llegar hice una parada en el monasterio para celebrar misa a nuestras hermanas clarisas. La acogida fue muy cálida y me parece que el clima sea ahora sereno, después de las vicisitudes pasadas. De los días en Guanare se puede decir lo mismo acerca de mi estadía en Pueblo Llano, con la sola diferencia del clima, muy caliente, por estar en Los Llanos. Mi salud anda bien, tranquilos…

Viernes por la tarde, 25 de febrero, me fui a Barinas, donde la mañana siguiente tenía una charla a los jóvenes de la parroquia, en retiro anual, sobre el lema de la Jornada Mundial de la Juventud. Sábado, a las 9.00 a.m., delante de 120 jóvenes he dado mi tema y me parece que no fue todo un fracaso… Al mediodía salí para el seminario, junto a fray Daniel y tres postulantes. Llegamos alrededor de las 6.00 p.m.

Como se puede ver, se ha tratado de una “larga” celebración de cumpleaños. Unas cosas se han dado de manera inesperada. Al inicio las tomé como inconvenientes en el camino; luego se han revelado como el sabor particular para esos mis días. Debo aprender a ser más acogedor hacia estas “improvisaciones” de la vida, las cuales al comienzo pueden fastidiar o desorientar, pero, a menudo, pueden volverse en verdadera sorpresa, inesperada y agradable.

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