Quisiera enviar a todos mis deseos para el
año nuevo 2019, soñando con algo ¿Qué sueño? Se preguntarán.
Domingo 30 de diciembre fui a ver y
escuchar un concierto para coro, solista y orquesta en la Iglesia Madre de Copertino.
Porque un concierto no sólo se escucha como si fuera un disco, sino que se ve y
te involucra en todo tu ser. Es lindo ver tocar instrumentos, abrir bocas para
el canto, expresar el sentimiento con la cara y el cuerpo, estar al lado de
personas con quienes interactuar y aplaudir. Han tocado y cantado la “Misa
Criolla” y “Navidad Nuestra”, del compositor argentino Ariel Ramírez. Todo ha
sido ejecutado de maravilla.
Además del tenor y el coro, me ha
sorprendido la profesionalidad de los músicos (clavicémbalo, tambor, pandereta,
contrabajo, charango). Sobre todo el que tocaba el charango lo hizo de una
manera superba. Después del concierto quise conocer y felicitar a ese músico.
Me dijo que era un graduado en geología, pero no aguantó las concesiones que le
pedían para su profesión y se dedicó a su pasión, es decir la música popular,
de la cual toca casi todos los instrumentos, incluso los de América Latina, de
cuya cultura musical es un ferviente apasionado. Me habló con entusiasmo de
Venezuela y me invitó a escuchar la que definió una obra maestra: “Fuga con
pajarillo”, de Aldemaro Romero. La escuché en Youtube, por la Orquesta Juvenil
de Venezuela, dirigida por Dudamel, y me cautivó.
¿Qué sueño, pues? Sueño con un mundo y una
Venezuela capaz de promover la belleza y la cultura. Donde la “fuga” fuera un
tema musical, no la realidad triste de un sinfín de familias y de montones de
jóvenes, obligados a emigrar para buscar una condición de vida digna de un ser
humano y sustentar a sus familias desde el exterior, viviendo y soportando la
nostalgia y la laceración interior.
Me preocupa que se organicen cursos de
adestramiento militar y que se exprese el orgullo de pertenecer a una milicia,
sonando siempre el mismo disco roto y falso de una invasión del país, que está
ya invadido por una cultura militar, una sed de poder a toda costa, una
situación social y económica al borde del abismo. Las nuevas invasiones no son
ni serán militares, sino económicas, engendrando esclavos de poderes internos
corruptos y potencias extranjeras (Rusia, China, además de USA), aplastados en
la búsqueda de lo esencial para sobrevivir, incapaces de generar ideas y vivir
ideales altos.
Me encantaría que se tuviera tiempo no
sólo para fajarse en conseguir lo básico para vivir y que, por lo contrario,
sería un derecho de todo ser humano, sino para dedicarse a la formación del
espíritu y la inteligencia; que se instara a los jóvenes a participar a cursos
de bellas artes, literatura y música, para aprender a luchar por y enamorarse
de lo bello y bueno de la vida (tocar y luchar…), verdadero antídoto al veneno
de la violencia y el miedo; que se desarrollara siempre más la colaboración
entre cada uno, como en una orquesta, para tocar obras maestras, ideadas y realizadas
por el talento de unos, y armonizadas por directores que respeten el libreto y
valoricen a todo músico con su instrumento. Todo por la alegría plena de los
que tocan y los que escuchan, como se puede admirar en el video.
Finalmente, sueño con un violín que se
olvide un momento de Mozart o Vivaldi, y nos ponga, con pericia y alegría, a
bailar joropo, devolviéndonos el gozo de vivir. Porque, contrariamente al dicho
“Año nuevo, vida nueva”, no es un año que comienza que puede cambiar una vida,
sino tan sólo una “vida nueva” puede hacer “nuevo” un año que empieza, bien a
nivel particular que social.
Pues, una vez más, les renuevo los deseos
de cada año que inicia: ¡Feliz Año Nuevo! Esperando que no sean una utopía,
sino el comienzo de una vida nueva realizada con el compromiso de todo sujeto: religioso,
cultural, social, político y económico.