Falta poco para mi llegada a Caracas, a 40 días desde mi salida para Italia. No tengo mucha gana de escribir. Debiera haberlo hecho durante mi estadía en el “Belpaese”, para reflejar y comunicar la inmediatez de los momentos vividos. Hasta me lo había propuesto… La descripción de las emociones sería más viva. Ahora siento que todo se mezcla. Conjunto de imágenes exteriores y fotogramas interiores, que se persiguen y confunden. Y no logro hilvanar el hilo de los recuerdos y de las impresiones. No sé cómo empezar ni donde terminar. Juro que seré menos flojo y más disciplinado las próximas veces. O al menos lo espero… Es que cuando me encuentro “dentro” de la situación, sobre todo en Italia, en especial en mi pueblo, me gusta relajarme, disfrutar, vivir, pensar, meditar, pero sin compromiso de comunicación, aun advirtiendo la necesidad. Baño de saludable… lentitud!!
De todos modos, le agradezco una vez más a Dios por la oportunidad de renovar el encuentro con lugares y personas, paisajes y relaciones que son parte fundamental de mi pasado y presente. Ver, estar, compartir es siempre un hermoso regalo de Dios, que me enriquece y conmueve.
¿La particularidad de este año? Pienso el haber disfrutado en manera especial, íntima, prolongada mi pueblo y mi familia, las fragilidades de los años de mi padre y mi madre. Ahora ya, más que los lugares, son las personas y las situaciones a llenarme. Los mismos lugares adquieren valor y belleza en la medida en que logro “habitarlos”. Geografías físicas e interiores que se encuentran y completan.
Estuve fundamentalmente en Monte Sant’Angelo, también los últimos días pasados en Sasso Marconi, sin embargo con mi hermana y mis padres, y la presencia discreta de mi cuñado Leo. Aquí me encontré con algunos amigos, entre los cuales mis infaltables conciudadanos. Los demás días, con las visitas fugaces a mis amigos en Milán y a mis frailes de Puglia, han sido momentos hermosos con personas bellas, quienes hacen intenso mi mundo y me impulsan a la gratitud. Mi primer mes ha tenido una inesperada inclusión entre el bautismo de Miguel, hijo de Graziamaria y Gianluca, en Gravina; y Matteo, hijo de Barbara y Pïno, en Monte.
Me queda un abanico de imágenes, con su respectivo caleidoscopio de emociones. Unas más nítidas y fuertes que otras; todas presentes a mi mente y corazón, difíciles a meter por escrito, por número e intensidad. He compartido presencias, historias, preocupaciones, alegrías, lugares, conmovido por el afecto que tiempo y distancias no consumen. Algo melancólico por no poder vivir un doble amor – Italia y Venezuela – con aquella presencia hacia la cual me siento atraído, y, sin embargo, humanamente imposible a realizar.
He salido hacia Caracas de Bolonia, acompañado del abrazo, de los besos de mis padres, que se vuelven siempre más desgarradores y lacerantes, por la edad que avanza y la fragilidad que se experimenta. Al aeropuerto me han llevado Leo y Lina, mi hermana, quien ha retrasado el beso de despedida hasta todo lo posible. Estoy por zambullirme otra vez en la realidad de Venezuela, de la cual me siento amado y amo. El Señor bendiga a toda la gente y los lugares que constituyen “mi Italia”. Dios se lo pague a todos, amigos.
Soy consciente que no he hablado de lugares y experiencias puntuales, ni descrito personas y encuentros, así como hubieran merecido, aunque no habría podido, nunca jamás, lograr poner por escrito y comunicar el esplendor de los paisajes y los movimientos del alma, con que los he visto y vivido. Prometo, pues, ser más detallado la próxima vez. Lo prometo... o al menos lo espero...
Un homenaje fotográfico a Monte Sant'Angelo, mi esplendido y querido pueblo
(fotos "robadas" a Anna Maria Rinaldi)